Se acerca el final de temporada y el ambiente en los vestuarios empieza a oler a nervios, a ilusión, a miedo, a cansancio y, por qué no decirlo, a decisiones importantes. Porque no solo se juegan partidos: se juegan contratos, ascensos, descensos, sueños cumplidos o rotos. Y ahí, en medio de ese cóctel emocional, aparece la psicología del deportista como el amigo sensato que te agarra del brazo cuando estás a punto de hacer una locura… o de venirte abajo.

El peso invisible del “último tramo”
No importa si eres juvenil, veterano, amateur o profesional. Los últimos partidos de la temporada tienen algo especial. Cada entrenamiento parece tener más peso, cada error se siente como una losa, y cada gol, asistencia o buena defensa… como una carta de presentación para “lo que viene después”.
Hay quienes sienten que están en una especie de casting continuo. ¿Renovaré? ¿Me llamarán de otro club? ¿Este será mi último partido aquí? Y eso, quieras o no, te consume mentalmente. Porque cuando la mente se va al futuro, el presente se vuelve borroso. Y si hay algo que los deportistas necesitan para rendir, es estar en el aquí y ahora, no en “¿y si me quedo sin equipo en junio?”.
La emoción de los logros… y el “¿y ahora qué?”
Y sí, también están los que han cumplido sus objetivos: han ganado una liga, se han salvado del descenso, han dado un salto de nivel. Y mientras celebran, por dentro empieza a asomar una pregunta que pocos confiesan en voz alta: ¿Y ahora qué?
El cerebro humano tiene una capacidad mágica para convertir lo conseguido en “pasado” muy rápido. Y si no hay una buena gestión de ese “después del logro”, aparece el vacío, la desconexión, incluso una pequeña tristeza posmeta. Es normal. La motivación necesita nuevos motivos, nuevos horizontes. La clave está en celebrar de verdad lo conseguido (que muchas veces pasamos de puntillas por ahí) y permitirnos bajar el ritmo un momento antes de volver a apretar.
Renovaciones: cuando el silencio del club se convierte «la gota malaya».
Uno de los grandes temas psicológicos del final de temporada es el famoso: “¿Me renuevan o no?”. Y en muchos casos, no hay respuestas claras. El club no dice nada, el míster tampoco, el agente se hace el misterioso… y el deportista empieza a montar su propia película mental. Spoiler: la mayoría de las veces es una película de terror.
La incertidumbre es gasolina para la ansiedad. Y no hay nada más desgastante que tener que rendir cada fin de semana mientras te preguntas si estás en el escaparate correcto. ¿Solución mágica? No existe. Pero sí hay herramientas: hablar las cosas cuando se pueda, centrarse en lo que uno controla, apoyarse en el equipo, en la familia… y recordarse que un contrato no define tu valor como persona (aunque a veces lo parezca).
Lo emocional también juega
El final de temporada también es emocionalmente movido. Despedidas, agradecimientos, cuentas pendientes, promesas, abrazos largos. Compañeros que se van, entrenadores que cambian, clubs que cierran etapas. Y todo eso remueve. Porque el deporte no es solo rendimiento: es vida compartida. Y cuando algo se termina, por dentro hay duelo, nostalgia y un poco de vértigo por lo que viene.
¿Y el papel del psicólogo deportivo en todo esto?

Estar. Escuchar. Acompañar. A veces poner palabras a lo que duele. Otras ayudar a enfocarse. A veces simplemente estar al otro lado del teléfono. Porque el final de temporada no solo se entrena: también se siente. Y gestionar bien ese “cierre” puede marcar la diferencia entre terminar fundido o terminar en paz, listo para lo que venga.
Así que si estás en esa etapa, date un respiro. Celebra, respira, suelta, comparte. Y si hace falta, pide ayuda. Que no todo se arregla con una charla técnica y un buen calentamiento. El corazón también necesita su espacio. Y a veces, un poco de psicología bien aplicada puede ser la clave en este momento de la temporada.
Si deseas saber cómo gestionar estos momentos, puedes obtener más información aquí: https://cristhianfernandez.com/contacto/